Increíble descripción de un Beso.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Rayuela es uno de mis libros preferidos, de esos que se quedan ordenados fuera de la estantería, a los que vuelvo para releer los capítulos o párrafos que me llevaron flotando a la habitación de aquel hotel de París, o a Inglaterra en la Edad Media, o a l'ile de Monte-Cristo...
Una novela contada a través de palabras inventadas, una historia triste colmada de descripciones y metáforas extraordinarias, donde el lector adquiere el papel de protagonista.
¿No les parece alucinante el lenguaje? Capaz de materializar lo incorpóreo, instrumento de ingenio para la incesante actividad productora de historias que tiene el ser humano…
Este es uno de esos párrafos y ahora me llevan allí, con él, a Cádiz, a Burdeos, al Bosque de las Hadas en Barcelona, al asiento de atrás de mi 600, frente al mar, a esa habitación del pisito de estudiantes para mayores, que no tienen dinero para tener un pisito de mayores en Madrid, a aquella playa de Tarifa…


                                         

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la boca que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor de fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.” 
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